Bienvenido al examen Comprensión de Lectura
1.
De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Se habla de la desaparición del libro; yo creo que es imposible. Se dirá: qué diferencia puede haber entre un libro y un periódico o un disco. La diferencia es que un periódico se lee para el olvido, un disco se oye así mismo para el olvido, es algo mecánico y por lo tanto frívolo. Un libro se lee para la memoria. Los antiguos no profesaban nuestro culto al libro, ya que veían a la palabra escrita como algo muerto. Pitágoras no escribió porque no quiso atarse a la palabra escrita, pues quería que su pensamiento viviese más allá de su muerte corporal en la mente de sus discípulos, y de esta forma ellos tuvieran la libertad de seguir pensando y repensando el pensamiento inicial de su maestro. Platón veía los libros como efigies (puede haber estado pensando en esculturas o en cuadros), que uno cree que están vivas, pero si se les pregunta algo no contestan. Entonces, para corregir esa mudez de los libros, inventa el diálogo platónico y de esta forma se multiplica en muchos personajes: Sócrates, Gorgias y los demás. Ahora vemos las bibliotecas como si fueran gabinetes mágicos, en donde están encantados los mejores espíritus de la humanidad, espíritus que esperan nuestra palabra para salir de su mudez. ¿Qué son las palabras acostadas en un libro? ¿Qué son esos símbolos muertos? Nada, absolutamente. ¿Qué es un libro si no lo abrimos? Es simplemente un cubo de papel y cuero, con hojas; pero si lo leemos ocurre algo raro. Si leemos un libro antiguo, es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros. Por eso conviene mantener el culto del libro. Podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero el libro conserva algo sagrado, algo divino, que renueva en nosotros el deseo de encontrar felicidad, d encontrar sabiduría. Del culto a la oralidad de los antiguos y del culto a los libros en la actualidad podemos afirmar que:
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De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Se habla de la desaparición del libro; yo creo que es imposible. Se dirá: qué diferencia puede haber entre un libro y un periódico o un disco. La diferencia es que un periódico se lee para el olvido, un disco se oye así mismo para el olvido, es algo mecánico y por lo tanto frívolo. Un libro se lee para la memoria. Los antiguos no profesaban nuestro culto al libro, ya que veían a la palabra escrita como algo muerto. Pitágoras no escribió porque no quiso atarse a la palabra escrita, pues quería que su pensamiento viviese más allá de su muerte corporal en la mente de sus discípulos, y de esta forma ellos tuvieran la libertad de seguir pensando y repensando el pensamiento inicial de su maestro. Platón veía los libros como efigies (puede haber estado pensando en esculturas o en cuadros), que uno cree que están vivas, pero si se les pregunta algo no contestan. Entonces, para corregir esa mudez de los libros, inventa el diálogo platónico y de esta forma se multiplica en muchos personajes: Sócrates, Gorgias y los demás. Ahora vemos las bibliotecas como si fueran gabinetes mágicos, en donde están encantados los mejores espíritus de la humanidad, espíritus que esperan nuestra palabra para salir de su mudez. ¿Qué son las palabras acostadas en un libro? ¿Qué son esos símbolos muertos? Nada, absolutamente. ¿Qué es un libro si no lo abrimos? Es simplemente un cubo de papel y cuero, con hojas; pero si lo leemos ocurre algo raro. Si leemos un libro antiguo, es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros. Por eso conviene mantener el culto del libro. Podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero el libro conserva algo sagrado, algo divino, que renueva en nosotros el deseo de encontrar felicidad, d encontrar sabiduría. La expresión "un periódico se lee para el olvido" se refiere a la:
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De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Se habla de la desaparición del libro; yo creo que es imposible. Se dirá: qué diferencia puede haber entre un libro y un periódico o un disco. La diferencia es que un periódico se lee para el olvido, un disco se oye así mismo para el olvido, es algo mecánico y por lo tanto frívolo. Un libro se lee para la memoria. Los antiguos no profesaban nuestro culto al libro, ya que veían a la palabra escrita como algo muerto. Pitágoras no escribió porque no quiso atarse a la palabra escrita, pues quería que su pensamiento viviese más allá de su muerte corporal en la mente de sus discípulos, y de esta forma ellos tuvieran la libertad de seguir pensando y repensando el pensamiento inicial de su maestro. Platón veía los libros como efigies (puede haber estado pensando en esculturas o en cuadros), que uno cree que están vivas, pero si se les pregunta algo no contestan. Entonces, para corregir esa mudez de los libros, inventa el diálogo platónico y de esta forma se multiplica en muchos personajes: Sócrates, Gorgias y los demás. Ahora vemos las bibliotecas como si fueran gabinetes mágicos, en donde están encantados los mejores espíritus de la humanidad, espíritus que esperan nuestra palabra para salir de su mudez. ¿Qué son las palabras acostadas en un libro? ¿Qué son esos símbolos muertos? Nada, absolutamente. ¿Qué es un libro si no lo abrimos? Es simplemente un cubo de papel y cuero, con hojas; pero si lo leemos ocurre algo raro. Si leemos un libro antiguo, es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros. Por eso conviene mantener el culto del libro. Podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero el libro conserva algo sagrado, algo divino, que renueva en nosotros el deseo de encontrar felicidad, de encontrar sabiduría. De la relación que se plantea entre oralidad y escritura, se puede deducir que:
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De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Se habla de la desaparición del libro; yo creo que es imposible. Se dirá: qué diferencia puede haber entre un libro y un periódico o un disco. La diferencia es que un periódico se lee para el olvido, un disco se oye así mismo para el olvido, es algo mecánico y por lo tanto frívolo. Un libro se lee para la memoria. Los antiguos no profesaban nuestro culto al libro, ya que veían a la palabra escrita como algo muerto. Pitágoras no escribió porque no quiso atarse a la palabra escrita, pues quería que su pensamiento viviese más allá de su muerte corporal en la mente de sus discípulos, y de esta forma ellos tuvieran la libertad de seguir pensando y repensando el pensamiento inicial de su maestro. Platón veía los libros como efigies (puede haber estado pensando en esculturas o en cuadros), que uno cree que están vivas, pero si se les pregunta algo no contestan. Entonces, para corregir esa mudez de los libros, inventa el diálogo platónico y de esta forma se multiplica en muchos personajes: Sócrates, Gorgias y los demás. Ahora vemos las bibliotecas como si fueran gabinetes mágicos, en donde están encantados los mejores espíritus de la humanidad, espíritus que esperan nuestra palabra para salir de su mudez. ¿Qué son las palabras acostadas en un libro? ¿Qué son esos símbolos muertos? Nada, absolutamente. ¿Qué es un libro si no lo abrimos? Es simplemente un cubo de papel y cuero, con hojas; pero si lo leemos ocurre algo raro. Si leemos un libro antiguo, es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros. Por eso conviene mantener el culto del libro. Podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero el libro conserva algo sagrado, algo divino, que renueva en nosotros el deseo de encontrar felicidad, d encontrar sabiduría. Respecto a los demás inventos, el libro posee una naturaleza distinta, ya que es una extensión de la memoria y la imaginación; esto quiere decir que los libros:
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En el centro del esquema imaginativo y lingüístico en el que irían a inscribirse miles de discursos y el dinamismo del canto erótico (La voz hablada del deseo) se encuentra una situación tipo, que es la del obstáculo. El deseo que poseo y que me posee se dirige hacía un objeto que, sean cuales sean las modalidades de su fantasma, "yo" no poseeré jamás en el "goce", es decir, en la perfecta libertad y la intemporalidad del "juego" A través de las innumerables variantes que comportan los destinos individuales, el obstáculo está siempre allí, inminente a todo amor. No porque se lo conciba místicamente: el simbolismo cortés primitivo no se despega de la tierra, el obstáculo amoroso está "significado" en su lenguaje por la condena virtual contra el matrimonio porque implica un derecho de posesión. Correlativamente, la inmanencia del obstáculo se vuelve sensible por la exigencia del secreto: su divulgación mata el amor. A su vez, la retórica del siglo XII, vinculada a este tópico, reposa sobre una doble afirmación fundamental, que se desarrolla en metáforas características: el deseo se identifica con su expresión. Por ese camino ennoblece el ser, que al mismo tiempo lo experimenta y expresa. Nos encontramos, de manera imperceptible, con una de las tendencias espirituales más profundas de la sociedad medieval: el realismo del verbo, la fe casi mágica en la eficacia de la palabra: amar es cantar, el amor reside en el canto; quien canta merece el amor. La idea que se refiere al matrimonio como limitante del amor:
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En el centro del esquema imaginativo y lingüístico en el que irían a inscribirse miles de discursos y el dinamismo del canto erótico (La voz hablada del deseo) se encuentra una situación tipo, que es la del obstáculo. El deseo que poseo y que me posee se dirige hacía un objeto que, sean cuales sean las modalidades de su fantasma, "yo" no poseeré jamás en el "goce", es decir, en la perfecta libertad y la intemporalidad del "juego" A través de las innumerables variantes que comportan los destinos individuales, el obstáculo está siempre allí, inminente a todo amor. No porque se lo conciba místicamente: el simbolismo cortés primitivo no se despega de la tierra, el obstáculo amoroso está "significado" en su lenguaje por la condena virtual contra el matrimonio porque implica un derecho de posesión. Correlativamente, la inmanencia del obstáculo se vuelve sensible por la exigencia del secreto: su divulgación mata el amor. A su vez, la retórica del siglo XII, vinculada a este tópico, reposa sobre una doble afirmación fundamental, que se desarrolla en metáforas características: el deseo se identifica con su expresión. Por ese camino ennoblece el ser, que al mismo tiempo lo experimenta y expresa. Nos encontramos, de manera imperceptible, con una de las tendencias espirituales más profundas de la sociedad medieval: el realismo del verbo, la fe casi mágica en la eficacia de la palabra: amar es cantar, el amor reside en el canto; quien canta merece el amor. Según el texto, el matrimonio implica un derecho de posesión:
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En el centro del esquema imaginativo y lingüístico en el que irían a inscribirse miles de discursos y el dinamismo del canto erótico (La voz hablada del deseo) se encuentra una situación tipo, que es la del obstáculo. El deseo que poseo y que me posee se dirige hacía un objeto que, sean cuales sean las modalidades de su fantasma, "yo" no poseeré jamás en el "goce", es decir, en la perfecta libertad y la intemporalidad del "juego" A través de las innumerables variantes que comportan los destinos individuales, el obstáculo está siempre allí, inminente a todo amor. No porque se lo conciba místicamente: el simbolismo cortés primitivo no se despega de la tierra, el obstáculo amoroso está "significado" en su lenguaje por la condena virtual contra el matrimonio porque implica un derecho de posesión. Correlativamente, la inmanencia del obstáculo se vuelve sensible por la exigencia del secreto: su divulgación mata el amor. A su vez, la retórica del siglo XII, vinculada a este tópico, reposa sobre una doble afirmación fundamental, que se desarrolla en metáforas características: el deseo se identifica con su expresión. Por ese camino ennoblece el ser, que al mismo tiempo lo experimenta y expresa. Nos encontramos, de manera imperceptible, con una de las tendencias espirituales más profundas de la sociedad medieval: el realismo del verbo, la fe casi mágica en la eficacia de la palabra: amar es cantar, el amor reside en el canto; quien canta merece el amor. La expresión "el deseo que poseo y me posee" es una:
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En el centro del esquema imaginativo y lingüístico en el que irían a inscribirse miles de discursos y el dinamismo del canto erótico (La voz hablada del deseo) se encuentra una situación tipo, que es la del obstáculo. El deseo que poseo y que me posee se dirige hacía un objeto que, sean cuales sean las modalidades de su fantasma, "yo" no poseeré jamás en el "goce", es decir, en la perfecta libertad y la intemporalidad del "juego" A través de las innumerables variantes que comportan los destinos individuales, el obstáculo está siempre allí, inminente a todo amor. No porque se lo conciba místicamente: el simbolismo cortés primitivo no se despega de la tierra, el obstáculo amoroso está "significado" en su lenguaje por la condena virtual contra el matrimonio porque implica un derecho de posesión. Correlativamente, la inmanencia del obstáculo se vuelve sensible por la exigencia del secreto: su divulgación mata el amor. A su vez, la retórica del siglo XII, vinculada a este tópico, reposa sobre una doble afirmación fundamental, que se desarrolla en metáforas características: el deseo se identifica con su expresión. Por ese camino ennoblece el ser, que al mismo tiempo lo experimenta y expresa. Nos encontramos, de manera imperceptible, con una de las tendencias espirituales más profundas de la sociedad medieval: el realismo del verbo, la fe casi mágica en la eficacia de la palabra: amar es cantar, el amor reside en el canto; quien canta merece el amor. El texto anterior contiene informaciones y discursos que, en relación con la retórica del siglo XII, se refieren a:
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En el centro del esquema imaginativo y lingüístico en el que irían a inscribirse miles de discursos y el dinamismo del canto erótico (La voz hablada del deseo) se encuentra una situación tipo, que es la del obstáculo. El deseo que poseo y que me posee se dirige hacía un objeto que, sean cuales sean las modalidades de su fantasma, "yo" no poseeré jamás en el "goce", es decir, en la perfecta libertad y la intemporalidad del "juego" A través de las innumerables variantes que comportan los destinos individuales, el obstáculo está siempre allí, inminente a todo amor. No porque se lo conciba místicamente: el simbolismo cortés primitivo no se despega de la tierra, el obstáculo amoroso está "significado" en su lenguaje por la condena virtual contra el matrimonio porque implica un derecho de posesión. Correlativamente, la inmanencia del obstáculo se vuelve sensible por la exigencia del secreto: su divulgación mata el amor. A su vez, la retórica del siglo XII, vinculada a este tópico, reposa sobre una doble afirmación fundamental, que se desarrolla en metáforas características: el deseo se identifica con su expresión. Por ese camino ennoblece el ser, que al mismo tiempo lo experimenta y expresa. Nos encontramos, de manera imperceptible, con una de las tendencias espirituales más profundas de la sociedad medieval: el realismo del verbo, la fe casi mágica en la eficacia de la palabra: amar es cantar, el amor reside en el canto; quien canta merece el amor. El tema del texto anterior es:
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Un piloto de bombardero B-17 durante la Segunda Guerra Mundial, y más tarde guionista de series televisivas del Oeste, posibilitó los viajes espaciales a velocidades lumínicas, desarrolló un sistema capaz de transportar seres humanos gracias a la separación molecular, concibió los teléfonos celulares, proyectó la primera generación de máquinas inteligentes y contribuyó notablemente a la exploración de buena parte del universo. Pocos recuerdan su nombre, y para la comunidad científica mundial es un discreto y redondo cero a la izquierda. Sus ideas, sin embargo, agregaron una buena cantidad de estos ceros a la derecha en su cuenta bancaria y le aseguraron reconocimiento eterno por parte de los fieles cultores de la ciencia ficción. Gene Rodenberry, arquitecto de la más popular serie futurista de todos los tiempos, Star Trek, falleció en 1991, cuando se conmemoraron 25 años de la emisión de The Man Trap , su primer capítulo. En 1996 los viajes de la Enterprise celebraron treinta años de lo que comenzó siendo un trivial programa semanal de aventuras espaciales y terminó convirtiéndose en un fenómeno que superó ampliamente los cálculos más optimistas. Lo curioso del asunto es que, en su momento, Viaje a la Estrellas fue producida con restricciones económicas por parte de la cadena NBC. Durante los 79 episodios grabados, jamás la nave U.S.S. Enterprise NCC-1701 pudo aterrizar en la superficie de planeta alguno, y la razón se vino a conocer años después: el presupuesto no permitía invertir en los escenarios capaces de dar credibilidad al descenso. Por ello, el orgullo de la Federación Unida de Planetas se limitó a girar tímidamente alrededor de mundos a los cuales la tripulación accedía gracias a la brillante y ahorrativa idea del teletransportador. Para rematar, una feliz "coincidencia" aseguró que la inmensa mayoría de estos cuerpos celestes contara con atmósferas respirables, así que tampoco había que invertir mucho en trajes espaciales. Escenarios de cartón, uniformes de tela ordinaria, miniaturas y maquetas fabricadas con materiales de ocasión: la conquista del espacio hecha "con las uñas" pero convertida en una mina de oro prácticamente inagotable. Un potosí galáctico que con los años comenzó a ser explotado como Dios manda por la Paramount Pictures. Podemos afirmar que la intención de Gustavo Gómez al escribir el texto es:
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Un piloto de bombardero B-17 durante la Segunda Guerra Mundial, y más tarde guionista de series televisivas del Oeste, posibilitó los viajes espaciales a velocidades lumínicas, desarrolló un sistema capaz de transportar seres humanos gracias a la separación molecular, concibió los teléfonos celulares, proyectó la primera generación de máquinas inteligentes y contribuyó notablemente a la exploración de buena parte del universo. Pocos recuerdan su nombre, y para la comunidad científica mundial es un discreto y redondo cero a la izquierda. Sus ideas, sin embargo, agregaron una buena cantidad de estos ceros a la derecha en su cuenta bancaria y le aseguraron reconocimiento eterno por parte de los fieles cultores de la ciencia ficción. Gene Rodenberry, arquitecto de la más popular serie futurista de todos los tiempos, Star Trek, falleció en 1991, cuando se conmemoraron 25 años de la emisión de The Man Trap , su primer capítulo. En 1996 los viajes de la Enterprise celebraron treinta años de lo que comenzó siendo un trivial programa semanal de aventuras espaciales y terminó convirtiéndose en un fenómeno que superó ampliamente los cálculos más optimistas. Lo curioso del asunto es que, en su momento, Viaje a la Estrellas fue producida con restricciones económicas por parte de la cadena NBC. Durante los 79 episodios grabados, jamás la nave U.S.S. Enterprise NCC-1701 pudo aterrizar en la superficie de planeta alguno, y la razón se vino a conocer años después: el presupuesto no permitía invertir en los escenarios capaces de dar credibilidad al descenso. Por ello, el orgullo de la Federación Unida de Planetas se limitó a girar tímidamente alrededor de mundos a los cuales la tripulación accedía gracias a la brillante y ahorrativa idea del teletransportador. Para rematar, una feliz "coincidencia" aseguró que la inmensa mayoría de estos cuerpos celestes contara con atmósferas respirables, así que tampoco había que invertir mucho en trajes espaciales. Escenarios de cartón, uniformes de tela ordinaria, miniaturas y maquetas fabricadas con materiales de ocasión: la conquista del espacio hecha "con las uñas" pero convertida en una mina de oro prácticamente inagotable. Un potosí galáctico que con los años comenzó a ser explotado como Dios manda por la Paramount Pictures. El tipo de texto con el que se presenta la información sobre Viaje a las estrellas es:
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Un piloto de bombardero B-17 durante la Segunda Guerra Mundial, y más tarde guionista de series televisivas del Oeste, posibilitó los viajes espaciales a velocidades lumínicas, desarrolló un sistema capaz de transportar seres humanos gracias a la separación molecular, concibió los teléfonos celulares, proyectó la primera generación de máquinas inteligentes y contribuyó notablemente a la exploración de buena parte del universo. Pocos recuerdan su nombre, y para la comunidad científica mundial es un discreto y redondo cero a la izquierda. Sus ideas, sin embargo, agregaron una buena cantidad de estos ceros a la derecha en su cuenta bancaria y le aseguraron reconocimiento eterno por parte de los fieles cultores de la ciencia ficción. Gene Rodenberry, arquitecto de la más popular serie futurista de todos los tiempos, Star Trek, falleció en 1991, cuando se conmemoraron 25 años de la emisión de The Man Trap , su primer capítulo. En 1996 los viajes de la Enterprise celebraron treinta años de lo que comenzó siendo un trivial programa semanal de aventuras espaciales y terminó convirtiéndose en un fenómeno que superó ampliamente los cálculos más optimistas. Lo curioso del asunto es que, en su momento, Viaje a la Estrellas fue producida con restricciones económicas por parte de la cadena NBC. Durante los 79 episodios grabados, jamás la nave U.S.S. Enterprise NCC-1701 pudo aterrizar en la superficie de planeta alguno, y la razón se vino a conocer años después: el presupuesto no permitía invertir en los escenarios capaces de dar credibilidad al descenso. Por ello, el orgullo de la Federación Unida de Planetas se limitó a girar tímidamente alrededor de mundos a los cuales la tripulación accedía gracias a la brillante y ahorrativa idea del teletransportador. Para rematar, una feliz "coincidencia" aseguró que la inmensa mayoría de estos cuerpos celestes contara con atmósferas respirables, así que tampoco había que invertir mucho en trajes espaciales. Escenarios de cartón, uniformes de tela ordinaria, miniaturas y maquetas fabricadas con materiales de ocasión: la conquista del espacio hecha "con las uñas" pero convertida en una mina de oro prácticamente inagotable. Un potosí galáctico que con los años comenzó a ser explotado como Dios manda por la Paramount Pictures. Con la expresión "Pocos recuerdan su nombre, y para la comunidad científica mundial es un discreto y redondo cero a la izquierda", Gómez hace alusión a que Gene Rodenberry:
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Un piloto de bombardero B-17 durante la Segunda Guerra Mundial, y más tarde guionista de series televisivas del Oeste, posibilitó los viajes espaciales a velocidades lumínicas, desarrolló un sistema capaz de transportar seres humanos gracias a la separación molecular, concibió los teléfonos celulares, proyectó la primera generación de máquinas inteligentes y contribuyó notablemente a la exploración de buena parte del universo. Pocos recuerdan su nombre, y para la comunidad científica mundial es un discreto y redondo cero a la izquierda. Sus ideas, sin embargo, agregaron una buena cantidad de estos ceros a la derecha en su cuenta bancaria y le aseguraron reconocimiento eterno por parte de los fieles cultores de la ciencia ficción. Gene Rodenberry, arquitecto de la más popular serie futurista de todos los tiempos, Star Trek, falleció en 1991, cuando se conmemoraron 25 años de la emisión de The Man Trap , su primer capítulo. En 1996 los viajes de la Enterprise celebraron treinta años de lo que comenzó siendo un trivial programa semanal de aventuras espaciales y terminó convirtiéndose en un fenómeno que superó ampliamente los cálculos más optimistas. Lo curioso del asunto es que, en su momento, Viaje a la Estrellas fue producida con restricciones económicas por parte de la cadena NBC. Durante los 79 episodios grabados, jamás la nave U.S.S. Enterprise NCC-1701 pudo aterrizar en la superficie de planeta alguno, y la razón se vino a conocer años después: el presupuesto no permitía invertir en los escenarios capaces de dar credibilidad al descenso. Por ello, el orgullo de la Federación Unida de Planetas se limitó a girar tímidamente alrededor de mundos a los cuales la tripulación accedía gracias a la brillante y ahorrativa idea del teletransportador. Para rematar, una feliz "coincidencia" aseguró que la inmensa mayoría de estos cuerpos celestes contara con atmósferas respirables, así que tampoco había que invertir mucho en trajes espaciales. Escenarios de cartón, uniformes de tela ordinaria, miniaturas y maquetas fabricadas con materiales de ocasión: la conquista del espacio hecha "con las uñas" pero convertida en una mina de oro prácticamente inagotable. Un potosí galáctico que con los años comenzó a ser explotado como Dios manda por la Paramount Pictures. Con el título "El futuro cumple 30 años", el autor hace alusión:
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Un piloto de bombardero B-17 durante la Segunda Guerra Mundial, y más tarde guionista de series televisivas del Oeste, posibilitó los viajes espaciales a velocidades lumínicas, desarrolló un sistema capaz de transportar seres humanos gracias a la separación molecular, concibió los teléfonos celulares, proyectó la primera generación de máquinas inteligentes y contribuyó notablemente a la exploración de buena parte del universo. Pocos recuerdan su nombre, y para la comunidad científica mundial es un discreto y redondo cero a la izquierda. Sus ideas, sin embargo, agregaron una buena cantidad de estos ceros a la derecha en su cuenta bancaria y le aseguraron reconocimiento eterno por parte de los fieles cultores de la ciencia ficción. Gene Rodenberry, arquitecto de la más popular serie futurista de todos los tiempos, Star Trek, falleció en 1991, cuando se conmemoraron 25 años de la emisión de The Man Trap , su primer capítulo. En 1996 los viajes de la Enterprise celebraron treinta años de lo que comenzó siendo un trivial programa semanal de aventuras espaciales y terminó convirtiéndose en un fenómeno que superó ampliamente los cálculos más optimistas. Lo curioso del asunto es que, en su momento, Viaje a la Estrellas fue producida con restricciones económicas por parte de la cadena NBC. Durante los 79 episodios grabados, jamás la nave U.S.S. Enterprise NCC-1701 pudo aterrizar en la superficie de planeta alguno, y la razón se vino a conocer años después: el presupuesto no permitía invertir en los escenarios capaces de dar credibilidad al descenso. Por ello, el orgullo de la Federación Unida de Planetas se limitó a girar tímidamente alrededor de mundos a los cuales la tripulación accedía gracias a la brillante y ahorrativa idea del teletransportador. Para rematar, una feliz "coincidencia" aseguró que la inmensa mayoría de estos cuerpos celestes contara con atmósferas respirables, así que tampoco había que invertir mucho en trajes espaciales. Escenarios de cartón, uniformes de tela ordinaria, miniaturas y maquetas fabricadas con materiales de ocasión: la conquista del espacio hecha "con las uñas" pero convertida en una mina de oro prácticamente inagotable. Un potosí galáctico que con los años comenzó a ser explotado como Dios manda por la Paramount Pictures. La expresión "hecha con las uñas" hace alusión a que la producción de esta serie fue realizada:
15.
Un piloto de bombardero B-17 durante la Segunda Guerra Mundial, y más tarde guionista de series televisivas del Oeste, posibilitó los viajes espaciales a velocidades lumínicas, desarrolló un sistema capaz de transportar seres humanos gracias a la separación molecular, concibió los teléfonos celulares, proyectó la primera generación de máquinas inteligentes y contribuyó notablemente a la exploración de buena parte del universo. Pocos recuerdan su nombre, y para la comunidad científica mundial es un discreto y redondo cero a la izquierda. Sus ideas, sin embargo, agregaron una buena cantidad de estos ceros a la derecha en su cuenta bancaria y le aseguraron reconocimiento eterno por parte de los fieles cultores de la ciencia ficción. Gene Rodenberry, arquitecto de la más popular serie futurista de todos los tiempos, Star Trek, falleció en 1991, cuando se conmemoraron 25 años de la emisión de The Man Trap , su primer capítulo. En 1996 los viajes de la Enterprise celebraron treinta años de lo que comenzó siendo un trivial programa semanal de aventuras espaciales y terminó convirtiéndose en un fenómeno que superó ampliamente los cálculos más optimistas. Lo curioso del asunto es que, en su momento, Viaje a la Estrellas fue producida con restricciones económicas por parte de la cadena NBC. Durante los 79 episodios grabados, jamás la nave U.S.S. Enterprise NCC-1701 pudo aterrizar en la superficie de planeta alguno, y la razón se vino a conocer años después: el presupuesto no permitía invertir en los escenarios capaces de dar credibilidad al descenso. Por ello, el orgullo de la Federación Unida de Planetas se limitó a girar tímidamente alrededor de mundos a los cuales la tripulación accedía gracias a la brillante y ahorrativa idea del teletransportador. Para rematar, una feliz "coincidencia" aseguró que la inmensa mayoría de estos cuerpos celestes contara con atmósferas respirables, así que tampoco había que invertir mucho en trajes espaciales. Escenarios de cartón, uniformes de tela ordinaria, miniaturas y maquetas fabricadas con materiales de ocasión: la conquista del espacio hecha "con las uñas" pero convertida en una mina de oro prácticamente inagotable. Un potosí galáctico que con los años comenzó a ser explotado como Dios manda por la Paramount Pictures. Del texto se infiere que el creador de la nave espacial Enterprise pretendió: